EL ARRAIGO DE MI NIÑEZ
2. LUGAR DE MI NIÑEZ
2.
LUGAR DE MI NIÑEZ
Autor:
José Dolores
«Don Lolo»
Sequeira Romero
parte que me habían regalado, y me propuso comprar y le dije que se lo cambiaba por algo y así sucedió. Me lo cambió por el terrenito que estaba
Llegamos al sitio donde viví mi niñez. Aquí tuve un terreno que mi abuelito me regaló y cuando mi abuelito murió, mi tío Santiaguito se puso a medir el terreno, respetó la
Santiaguito hizo tres planos (derechos de posesión) y desde entonces todo el terreno pasó por tres dueños más, y el último tengo entendido lo entregó
junto al mío, en el pueblo, y ése lo repartí entre todos mis muchachos, hijos e hijas, así hice los ocho lotes para todos.
Este terreno tiene historia.
una parte de la casa donde vivió una de las familias, el jardín, el corral, como el muro artificial que se ve como bancos de tierra y calculo que estamos como en el centro
al Refugio, como terreno bajo protección, para su recuperación natural. Y así se pueden observar los vestigios de la intervención humana en el sitio,
a salir de la parcela que había comprado en lo que hoy es Las Cubas. Unas personas se pusieron en su contra y le echaban el ganado en sus terrenos.
del Refugio.
Por aquella área de bancos de tierra, empieza la finca llamada “Caño Blanco”, que es donde se vino a afincar mi abuelito después de que se vio obligado
su familia, y si mataba a un jodido lo iban a meter a la cárcel”.
Entonces vendió ahí y se vino a romper estos bosques con hacha y machete.
Por suerte era un hombre muy sensato pues decía que “le era fácil volarles plomo, pero se había venido de Nicaragua para buscarles un nuevo ambiente para
se inundaba y aún más de lo que vemos. En aquellos tiempos, todos estos terrenos eran libres, sin propietarios, llenos de bosque.
Llegamos donde hay un naranjo
Descuajó todo esto aquí. Pronto llegaremos adonde hizo la casa en momentos en que aún estaba seco, pero llegada esta época [diciembre]
donde mi abuelo construyó la casa. Suspiro trayendo regocijo a mi corazón, recordando aquella casita de tiempos inolvidables.
Cuando yo llegué a distinguir
de mucha edad, como de cien años, cargado de naranjas y musgo, con el agua hasta medio metro de altura, con el sonido de muchas aves en el ambiente, al lugar aproximado
En una esquina le quedó hundido y cuando el río crecía se le montaba el agua en el tambo, pues su altura de ochenta centímetros, más o menos, no era suficiente.
las cosas, entendí que mi abuelito había sacado una maderita que se llama tambo, pero, como no había niveles [de albañil] en ese tiempo, lo hacía calculado.
y ahí pasaban la llena, en ese tapesco.
Después que mi abuelito hizo esa casa con tambo, una casa bastante grande, en uno de aquellos veranos se pegó fuego
Hablo de hace alrededor de ochenta años. Ahí vivíamos mi mamá, mi abuelita, mi abuelito, mis dos tíos y yo. Antes de la casa habían hecho un tapesco de varas
que ella se metió a sacar unas cosas, y ya no salía, pues estaba como aturdida, él se lanzó sobre las llamas, la tomó del brazo y la sacó y cuando salía,
allá arriba y una chispa cayó en la casa, y se quemó la casa. Barrito casi se quema. Si no hubiera sido por Santiaguito, se hubiera muerto. Cuando Santiaguito vio
A Romerito le gustaba la música. Durante las tardes tocaba melodías y yo le escuchaba con gran gusto. Tocaba violín, que era un instrumento que tenía.
una lengua de fuego le quemó todo el brazo y le quedó una cicatriz en su brazo. Yo ya no estaba con ellos.
El trato de mis abuelos era muy especial.
pero en los tataranietos sí hay un talento manifestado hacia la música: Ariel y José Gabriel de Alfredo; en Luis Guillermo de Zaida; en Josafat y Gabriel
Pero también tocaba acordeón. Él tenía un talento especial, que no continuó en los hijos. Sí en algunos nietos, porque yo cuando joven medio toqué guitarra,
hasta dos veces por semana en Caño Negro. Yo veía que había personas que se quedaban dos o tres días ahí enchichados. No iban a sus casas, y yo sabía que había necesidad
de Nora, y quizás haya otros por descubrir. Cuando joven y siendo soltero, de unos diecisiete o dieciocho años, medio tocaba guitarra en las chicheras que se hacían
pensé “Yo critico a esta gente y no sé si por esta jodida guitarra me voy a entusiasmar y voy a hacer las de ellos. Yo a esta jodida guitarra la voy a abandonar”.
[comida, etc.] en sus casas y yo les criticaba eso. Después, cuando yo me casé, yo me casé con el objetivo de ir a trabajar y velar por mi hogar. Un día, pensando en la guitarra,
Reconozco que no era muy malo para tocar, pero me dio miedo entusiasmarme y no pensaba coger las chicheras, porque ése era el ambiente que había en ese
Así tomé la decisión. La colgué en un clavo y no la volví a tocar. Ahí estuvo un tiempo hasta que crecieron mis hermanos, Paco y Mario, y ellos le dieron fin.
guabas, limón dulce, y también semilla de muchos árboles como: la toronja, fruta de pan, grape fruit, y lima. Esta última, recuerdo que tuvo la particularidad
tiempo como esparcimiento.
También a mi abuelito le gustaba sembrar y de Nicaragua trajo muchas plantas como: naranjas, guanábana, caimito,
bajarse de la lancha para caminar por esa agua fresca. Les advierto de las espinas de la [planta] dormilona que se ve con el pasto, y en su decir expresan:
de no echar tallo sino muchas ramas desde abajo y se llenaba de fruto que pegaban al suelo.
Estando parqueados se les ocurre a Juanita y mi hija
naranjas desde la proa, con la palanca que se lleva en el techo de la lancha. Peló algunas naranjas del árbol de naranja centenario, y para mi sorpresa, al probarlas
“¡Qué deliciosa agua y qué sensación tan rica caminar sobre el pasto inundado!”
Luego suben nuevamente a la lancha. Ya mi yerno ha cortado algunas
nos sacara a todos a la relinga, pues era una oportunidad grandiosa para probar nuevamente ese fruto. Dichosamente no hubo panal de avispas,
me di cuenta que estaban dulces, pues pensaba que estaban agrias. Mientras cortaba las naranjas le decía que cuidado si había un panal que no estuviera a la vista que
de mi niñez, especialmente en este lugar, donde afloran recuerdos muy agradables. Viví aquí de cero a ocho años. Yo nací allá en la parcela que tenía mi abuelito en Caño Negro
y más bien disfrutamos de comer naranjas dentro de la lancha sostenida del árbol centenario.
Sigamos con la historia.
Me gusta hacer recuerdos
y tanto me conmueve el recuerdo que sollozo. Mi abuelo era pulseador. Tenía sembrado de todo. Al otro lado tenía una huerta, pero las vacas no le permitían
[Las Cubas], ella [mi mamá] apoyada por los papás me trajeron acá y aquí me crié con ellos.
Aquí vivía rodeado de pobreza, pero de mucho amor
la fruta que necesitaba. La caña iba adelante en todo, por el jugo de caña. Yo me acuerdo que le decía a mi abuelita:
– Aurora, mañana vamos a hacer una pozolera
tener nada. Entonces, se fue allá arriba de Caño Blanco. Hizo otro descombro e hizo la huerta. Tenía sembrado: plátano, yuca tiquizque, caña y toda
caña, tiquizque, yuca y banano. Mientras tanto, en lo que andábamos allá, estaban moliendo el maíz y Santiaguito ordeñaba las vacas y sacaba la leche.
Y así, en la tarde la señora ponía a sancochar el maíz, y al día siguiente, muy de mañana, yo me iba con él y traíamos el bote cargado de provisiones:
se mezclaban [se usaba el jugo de caña en vez de azúcar]. También se le agregaba un poco de agua hasta darle el dulce deseado. Era una bebida riquísima.
Ya para cuando llegábamos nosotros, almorzábamos y después se ponían en el majador a majar la caña para sacarle el jugo, y luego con el maíz pozoleado
a sacarme un [pez] lagunero.
Había una laguna que ahí era seguro sacar lagunero, y así fue. Santiaguito y Romerito se fueron a trabajar al otro lado. Yo fui con ella
En alguna de las tantas veces Barrito, le decíamos por cariño a mi abuelita, le decía a Romerito:
– Dejame tal bote (porque era muy liviano). Voy a ir al Caño Blanco
y estaba ¡una manada de chancho de monte afuera! y hacían chak chak, chasqueando, y dimos la vuelta y les avisamos que ahí había chanchos de
y llegamos al palencón de chilamate en un ceparrón de yolillo. Ya arrimamos quedito y tronchamos una palma de yolillo seca que estaba estorbando,
compartieron con otros vecinos, y tuvimos carne para varios días. La carne se ahumaba y se asaba. Los huesos también se ahumaban, para ello se hace un tapesco arriba
monte. “Ahí”, les gritó que se vinieran. Así se fueron y trajeron como tres chanchos, buena carne para muchos días, le dieron uno a Pablo (el otro hijo) y
esa época era la nevera que conservaba la carne y el hueso. En el caso de los chicharrones tostados o suaves, en un estado de borracho como se dice
del fogón y ahí se acomodan tanto los huesos como la carne. Como el fogón pasa todo el día encendido, con humo y calorcito, las cosas duraban más de quince días y para
Se calentaba y se le agregaba limón y quedaba delicioso. Las patas y las costillas también se ahumaban y cuando se iba a preparar para comer, se hacía un pinol
en otros lados, se guardaban en una tamuga. También duraba mucho tiempo y cuando se quería comer se bajaba una tamuga, se le quitaba una parte y se guardaba el resto.
hacía mi abuelita, que más recuerdo.
Antes se comía todo natural, y casi no se enfermaba la gente, y había buena comida. Si no aparecía viruela,
de garrobo ¡já!, bien bueno. Esto se hacía de la siguiente manera: se sancochaba el hueso y se le desmenuzaba la carne con el pinol y con olores. Esta es una de las comidas que
de ayudar en los trabajos, lo hacía todo con gusto.
sarampión u otras enfermedades, se vivía tranquilo.
Así era la vida que yo tenía, días felices era lo que conocía. Aunque tenía responsabilidades